Los
miomas uterinos son tumores sumamente frecuentes que afectan al
25-50% de las mujeres mayores de 30 años y son responsables del 60%
de las histerectomías realizadas en los países occidentales. Los
miomas pueden ser asintomáticos pero frecuentemente causan síntomas
tales como menometrorragia (sangrado uterino), dolor pelviano,
dispareunia (coito doloroso), trastornos urinarios, lumbalgias, etc.
o están asociados a infertilidad. Los radiólogos se encuentran
involucrados con esta patología desde hace muchos años al realizar
histerografías o ecografías que brindan el diagnóstico y la
localización de los miomas, de sumo valor, conjuntamente con la
clínica, para decidir la conducta terapéutica por parte del
ginecólogo.
La
embolización de los miomas uterinos es una nueva forma de
tratamiento de estos tumores que evita la cirugía. Consiste en
colocar un catéter por vía intrarterial puncionando la arteria
femoral a través de la piel. Con control radiográfico, este catéter
se dirige a las arterias uterinas y, una vez en el sitio adecuado, se
inyectan pequeñas partículas que cierran las pequeñas ramas
arteriales que nutren al mioma. El tejido del tumor muere y el mioma
disminuye de tamaño y, en la mayoría de los casos, los síntomas
desaparecen.
Las
partículas que se utilizan son de distintos materiales,
(micropartículas de Polivynil-Alcohol o microesferas acrílicas
biocompatibles), todas son seguras y efectivas y se enclavan en las
arterias uterinas de forma que no pueden liberarse y circular hacia
otras partes del cuerpo.
Esa
técnica la realiza un radiólogo intervencionista, que es un médico
especializado en tratamientos bajo control radiológico y que está
especialmente entrenado para llevar a cabo el procedimiento.
La
embolización se realiza en una sala de radiología vascular, dentro
del Servicio de Radiología. Esta sala está equipada con un aparato
de Rayos X y en condiciones estériles.
La
técnica dura entre 60 y 90 minutos y durante todo el tiempo se le
controlará la frecuencia cardíaca, la presión sanguínea, el
electrocardiograma, la respiración y el nivel de oxígeno en la
sangre.
Se
le administrará un sedante para adormecerla y anestesia local en la
ingle. El radiólogo intervencionista practicará una pequeña
incisión en la ingle e introducirá un catéter (tubo fino) en la
arteria femoral. Conducirá el catéter bajo control radiológico
hasta introducirlo en las arterias uterinas, ayudándose con pequeñas
inyecciones de contraste yodado. Una vez colocado en el sitio
adecuado, inyectará las partículas hasta confirmar que el flujo
sanguíneo por el vaso se ha interrumpido. Una vez terminado el
procedimiento, se limpia y se venda el sitio de la punción.
Muchas
veces la paciente debe permanecer una noche en el hospital para
observación. Después de la exploración es normal que sienta
calambres en la pelvis durante unos días, también puede tener
nauseas o febrícula. Los calambres son más fuertes en las primeras
24 horas y mejoran rápidamente en los días siguientes. Mientras
esté en el hospital el dolor se controlará con infusión
intravenosa de calmantes y se le recetará medicación oral en su
domicilio. En una o dos semanas podrá volver a sus actividades
habituales.
En
dos o tres meses los miomas disminuyen el tamaño y los síntomas
mejoran, aunque en los casos de menstruaciones abundantes la mejoría
se nota ya desde la primera menstruación después de la
embolización.
- Anestesia local más sedación.
- Paciente despierta.
- 87-90% de éxito.
- Sin necesidad de suturas.
- Sin cicatrices.
- Reintegrada a sus actividades habituales en 24-48hs.
Con la difusión médica y social de este efectivo tratamiento, es muy probable que se incremente el número de embolizaciones en un futuro inmediato, dada la preferencia general de las pacientes por preservar el útero y evitar una anestesia general o una larga convalecencia.
La embolización uterina es pues una excelente alternativa y una opción terapéutica válida para las pacientes sintomáticas portadoras de miomas uterinos, constituyéndose de primera elección en algunas situaciones clínicas precisas.
Esta técnica parece una buenísima elección para tratar un problema que, como a mí, limita la calidad de vida de muchas mujeres. Lo que no comprendo, y hasta me cabrea, es que no se haya generalizado su uso en la sanidad pública pues parece menos traumático y costoso que otras opciones. Los avances son maravillosos, pero si no llegan a las personas, de nada sirven...
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